El estrés es una reacción de nuestro organismo ante situaciones que se perciben como amenazantes, fuera de nuestro control o muy exigentes.
Es importante no confundirlo con alguna enfermedad, de hecho es considerado que una mínima dosis de estrés es necesaria para motivar a hacer las cosas. Sin embargo, en grados elevados puede generar una tensión que puede derivar en enfermedades, como; trastorno de ansiedad o trastorno obsesivo-compulsivo.
Sin embargo, cuando hablamos de alguien estresados solemos pensar en adultos con una sobrecargar de trabajo o que pasan por una tensa situación, lo cierto es, que esa respuesta del organismo ante nuevas situaciones, es la misma, se tenga la edad que se tenga y por tanto también podemos encontrar niños y bebes con estrés.
Estas circunstancias se presenta a través del contacto cotidiano, en donde el adulto tiene síntomas de estrés ya sea de forma inconsciente o consiente y transmite esta sensación al menor, por lo que se debe estar alerta de que eso no pase, ya que ellos son los menos indicados para traer esa carga. El estado de nervios o tensión no sólo nos pasa factura a los padres, sino también a esos pequeños receptores que pasan tanto tiempo con nosotros, y eso no está bien.
En especial porque los niños no pueden expresar claramente aquello que les angustia, por tanto podremos observar únicamente cambios en su conducta y un estado de irritabilidad generalizado.
Los síntomas del estrés infantil son:
– El llanto persistente.
– Estado de alerta elevado.
– Irritabilidad continuada.
– Alteraciones en el sueño.
– Dificultades para comer o comer en exceso.
CONSECUENCIAS DEL ESTRÉS EN EL BEBE
El trastorno de estrés, tiene consecuencias en la salud física y mental, en este caso los bebés presentan:
– Disminución del sistema inmune, (el niño queda más expuesto a los virus).
– Deterioro de la función reguladora, hipersensibilidad (mayor tendencia a desarrollar alergias).
– Alteraciones del aparato digestivo y del apetito.
– Trastornos del sueño.
Conforme se da el crecimiento del infante se presenta frecuentemente esta condición, debido a que desarrolla la costumbre y no sabe cómo controlarlo, esto tiene consecuencias a nivel psicológico como: dificultades de la memoria, falta de empatía, bajo estado de ánimo, baja confianza y seguridad en sí mismo.
En el caso de que el estrés sea diagnosticado como una enfermedad, difícilmente podemos intervenir, sin embargo cuando la causa tiene que ver con factores ambientales, los padres pueden asumir el control de la situación.
En este caso es importante conseguir que el bebé se sienta atendido, querido y tranquilo. Para ello se recomienda:
– Entorno familiar relajado, evitar las discusiones y los gritos en presencia del bebé.
– Lactancia materna ya que es uno de los mejores inmunoreguladores.
– Proporcionar afecto reforzando su seguridad, haciéndole saber lo listo, agradable o risueño puede ser, nunca menosprecies.
– Rutinas de alimentación y de sueño, establecer horarios fijos.
– Actividades como los paseos, escuchar música o baños tibios puede ayudar a relajar al bebé.
-Hablar con tu bebe, de forma sana, si no sabes que platicar, puedes leerle un cuento, relacionado al tema o su historia favorita, siempre respetando sus ideas y reacciones.
-No siempre somos los más entonados, pero el cantarle una o varias canciones infantiles, durante el transcurso de sus actividades, permites que al momento de esta actividad, además de interactuar con él, le dejes escuchar tu voz de forma relajada y al interpretarlas, lo calme.
-Dedícale un momento al día en donde solo sea su momento juntos y permítete jugar, dormir o hacer la actividad que tú bebe te solicite compartas.
-Abraza a tu bebe, varias veces al día y dile cuanto lo amas
-Si te cuesta trabajo la convivencia con tu bebe, por el estrés que tienes, busca ayuda profesional, para que logres sacar todo aquello que te incomoda y te permitas convivir con tu pequeño, de manera sana.